Hace diez años había leído una obra anterior de Chufo Llorens, Et donaré la terra -Te daré la tierra en castellano-, una novela histórica ambientada en la Barcelona del siglo XI.
La ley de los justos, aunque algunos capítulos transcurren en Cuba, también se ubica en Barcelona, en este caso, en la última década del siglo XIX; concretamente entre 1888, el año de la primera Exposición Universal de Barcelona y el 1898 en que tiene lugar la independencia de Cuba, dos hechos de gran trascendencia para la ciudad y el país.
La novela está protagonizada por Práxedes Ripoll, un rico empresario burgués y su familia: su esposa Adelaida, sus hijos Germán y Antonio; su cuñado Orestes Guañabens, Renata, la esposa de este, y Candela, la hija de ambos. Junto a estos, tienen un protagonismo importante personajes históricos como el sacerdote y escritor, Cinto Verdaguer, Claudio López, marqués de Comillas y Santiago Salvador, el anarquista que lanzó la bomba en el Liceo de Barcelona el 7 de noviembre de 1983 y que causó 20 muertos. Este hecho de mezclar personajes históricos con otros ficticios es característico de las novelas históricas.
A finales del siglo XIX Barcelona vive una época de esplendor. Una burguesía próspera y culta, exhibe su elegancia en fiestas y veladas musicales. Pero al otro lado de la ciudad, donde las calles se estrechan y huelen a pobreza, el rencor y la injusticia están fraguando una revolución capaz de recurrir a la violencia más descarnada.
Básicamente, este es el ambiente en que se desarrolla el libro.
Es una novela que engancha pero considero que hay aspectos claramente mejorables. En primer lugar, la extensión me parece excesiva. Creo que no son necesarias mil trescientas páginas -en formato EBOOK que es como la he leído- para contar la historia. Se agradece llegar al final. Por otra parte, más que una novela histórica parece una novela rosa, una historia de buenos y malos poco creible. Hay situaciones y personajes muy forzados; por citar alguno, la historia de Juan Pedro Bonafont/Jerónimo Cifuentes. La parte novelesca es la que priva por encima de la histórica y en el lenguaje, hay expresiones y frases actuales que difícilmente pueden atribuirse a personas del siglo XIX. Por todo ello, me cuesta clasificar este libro como novela histórica.